Hace algunos años, mi hijo tomó la Primera Comunión. Si bien no soy católico practicante, por esas cosas de la vida él terminó yendo a un colegio religioso. En esa ocasión, le entregué una carta que transcribo aquí. Quizá sirva de inspiración a otros padres, quizá sirva de inspiración a otros hijos.
La vida está llena de sorpresas. Unas son lindas, y otras desagradables.
Vas a encontrarte con problemas, unos más difíciles, otros más fáciles.
Sin embargo, lo importante no es resolver los problemas: lo importante es cómo los encaras, si con amor, y paciencia, aprendiendo de ellos, o con enojos y rabietas dándote golpes. Lo importante no es vivir las sorpresas: lo importante es disfrutarlas teniendo tu corazón lleno de amor: ello te permitirá vivir las lindas sorpresas disfrutándolas mucho más, y pasar las desagradables mucho más fácilmente.
También vas a ver que la mayoría del tiempo, la vida es muy linda si la disfrutas con amor. Vive la vida de manera que tu corazón esté cada día más lleno e amor, y más vacío de cualquier sentimiento malo. Ello te hará muy feliz, y hará muy feliz a las personas que te rodean, familiares, y amigos. Recuerda cada segundo de tu vida que la respuesta siempre es el amor. El amor, puro, sin ninguna mancha, el amor por personas, animales y cosas. El amor como único sentimiento que puede habitar tu corazoncito de niño hoy, y de adulto mañana.
Recuerda siempre que la Comunión -la que en pocos días vas a tomar por primera vez- es el símbolo de uno de los actos de amor más inmensos de que se tenga noticia: Cristo da su vida por amor a nosotros, para que entendamos que Dios es amor, y que sólo a través de llenar nuestro corazón de amor podremos reunirnos con Dios. Porque el verdadero amor es siempre entregar, sin esperar recibir nada a cambio.
Al tomar la Comunión, estarás ayudando aún más a que tu corazón se libere de los malos sentimientos y quede aún más repleto de amor, el verdadero amor que hace cualquier cosa posible.
Te amo, hijo.