Mate a la madrugada

Desde mis épocas de vivir en el campo, años ha, disfruto del placer de levantarme temprano y, mate en mano, comenzar mi día.

En aquel momento, el frescor de la mañana en mi rostro, el mugido lejano de alguna vaca buscando su ternero, las primeras palomas haciendo su arrullo, los horneros, los benteveos y un sinnúmero de otros pájaros, eran para mi el mejor aliciente para iniciar el día feliz, alegre de vivir y listo para disfrutar otra jornada.

Hoy el aliciente para iniciar el día es similar. En primer lugar, un mate caliente y sabroso; tener un rato de silencio y tranquilidad para pensar y dejar volar la mente; y los pájaros, esos grandes músicos que no nos abandonan ni siquiera en las ciudades: los zorzales, los chingolos, los benteveos, los horneros.

A las cinco de la mañana casi no se escuchan motores, ni ruido humano alguno. A lo lejos, varios zorzales, más cerca un chingolo; hasta puedo escuchar el reloj en la cocina mover el segundero.

Muchos me preguntan qué hay de placer en ello. Por supuesto no tengo respuesta. Sólo ocurre, es así.

Quizá me recuerde mis épocas de infancia, mi Córdoba natal, el campo arenoso e irregular cortado por isletas de chañar de mi padre. O quizá todo ello al mismo tiempo. No puedo decirlo.

Pero lo disfruto a pleno.

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