Inmerso en la enormidad de la salina, un hombre caminaba. Y caminaba. Y caminaba…
Qué bueno… -pensó- qué bueno sería que un día encontrase a alguien como yo en este desierto blanco…
Miró hacia el horizonte… a su izquierda, a su derecha… y adelante otra vez. Sólo el espejo resplandeciente, sin mácula alguna.
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