Sueños de infancia

Un niño juega en la tierra. Sus rodillas están negras, así como sus manos. Apenas lleva un corto pantalón, sin camisa ni remera. Pero es el más feliz en el Universo. Ha desplegado un impresionante trabajo de ingeniería para «fabricar» su sueño: su propia estancia.
Con palitos, prolijamente cortados todos de la misma longitud, ha creado las cercas formando lotes. Los galpones para guardar los camiones, los tractores y los autos, están hechos con palos más gruesos, y una tabla fina como techo.

En su campo no hay casa para las personas. ¿Quién piensa en dormir?. Aquí se trabaja. Todo es trabajo, producción. Por la noche será simplemente el sueño, en algún lugar.

Ha trazado los caminos. Ha sembrado lotes enteros con pastos para sus animales. Las simpáticas vacas plásticas en miniatura están diseminadas por doquier. Ha colocado bebederos pues es verano, hace mucho calor y los animales deben tener adecuado acceso al agua. Los caballos con sus jinetes están ubicados en distintos puntos, todos realizando sus corresponientes tareas.

Los granos de las cosechas se acumulan en pilas, en lugares al efecto, cerca de los galpones. Cargados camiones en miniatura van hasta el tope con arena -amarillos granos de maíz en sus ilusiones- y los descargan presurosos para regresar a ser llenados nuevamente.

Incluso ha creado las rutas de acceso a otras granjas y fincas. Unas están sobre unas suaves colinas, otras más allá, debajo de un árbol. Los caminos son difíciles: el guadal y el barro complica el paso de los vehículos.

Usando ramas de tamariscos, no ha olvidado plantar árboles para dar sombra a su personal, y proteger del viento a los edificios.

Además de la cosecha, hoy se debe mover una tropa de vacunos de un lote a otro. Y sus empleados se afanan en ello, dejando una gran rastrillada. El lote que ha sido dejado vacío, se empleará inmediatamente para ser sembrado con un nuevo cultivo.

Cae el día. Las aves de corral comienzan a retirarse a sus gallineros. Los últimos pájaros se agrupan en los árboles con gran alboroto, preparándose para una corta noche. El sol declina, y ya el calor no se siente. El cansancio llega.

El juego termina. Mañana será otro día de sueños, apenas interrumpidos durante algunas horas por el dormir. ¿Volverá al día siguiente a su estancia y su ajetreado compás?. ¡Quién sabe!. Quizá mañana sea un excelente día para crear una compañía que produzca diamantes -las pequeñas piedras que descubrió el otro día en un viejo sitio de construcción-. O mejor, aventurarse en algún continente desconocido y lejano, a un centenar de metros de su casa.

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