Buenos Aires tiene un rincón paradisíaco, de reciente desarrollo. Son los nuevos parques de Puerto Madero, sobre la costa del río antes de llegar a la Reserva Ecológica. Limpio, verde, lleno de pájaros, flores y plantas, ofrece un respiro en la locura de la ciudad.
Disfrutar un día de sol paseando entre las rosas blancas, rosadas, amarillas, rojas y otros colores. Observar las distintas especies de aves: cardenales, calandrias, zorzales, picos de plata, mistos, estorninos.
Y escucharlos. Una maravilla. El concierto que se puede escuchar en las primeras horas de la mañana, en las últimas de la tarde especialmente, o en el resto del día, es indescriptible.
La flora es digna de verse también. En particular me encanta el «árbol de la seda» cuando está florecido. Son similares a acacias, pero no son de la misma familia. Puedes ver más información y fotos en Wikipedia.
Posee también un precioso rosedal. Abundante en distintos tipos de rosas, muchos de ellos con un perfume maravillosos, y otros con una apariencia hermosísima, pero sin aroma.
Sentarse cerca, o sobre el borde del parque que desde la altura da al rosedal, nos brinda la posibilidad de que la brisa nos traiga los distintos aromas. Esperar el anochecer en allí, bajo las acacias rosadas, quizá sea uno de los placeres más simples y sutiles que se pueda disfrutar.
Como buenos argentinos que somos, las reglas no se cumplen: por ejemplo hay perros corriendo sin bozal ni límite por todas partes, lo que redunda en montoncitos olorosos en cualquier lugar. Por ello hay que tener cuidado al sentarse para evitar algún disgusto.